"Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma" (Carl Gustav Jung).
Ésta es la frase que dijo un profesor de filosofía y ahora amigo mío, que captó mi atención. Retumbó en mi cabeza durante días y marcó un antes y un después en mi vida. Ésta frase me ayudó a gestionar y dirigir mis pensamientos y emociones, me hizo más fuerte. Con ella aprendí a tomar decisiones y consciencia de sus consecuencias, tanto las positivas como las negativas.
Todos, en algún momento de nuestra vida sufrimos de infelicidad, y por lo general, el objetivo más común en todas las personas es “ser feliz”.
El cambio en nuestras vidas empieza cuando aceptamos las cosas tal y como son. La vida es una constante de cambios que producen situaciones en las que no se puede hacer nada para cambiar las cosas que así nos vienen dadas.
Negar lo que no nos gusta no nos va a ayudar a deshacernos de la realidad. La tristeza por ejemplo, hay que aceptarla, llorarla y afrontarla. Si niego la realidad evadiendo el problema, en realidad lo que estoy haciendo es alimentar el problema y que ese problema día a día ocupe más parte de mis pensamientos.
Todas las emociones tienen una función adaptativa, tanto las positivas como las negativas, pero claro, las negativas son más difíciles de gestionar y digerir.
Las emociones negativas nos dan la oportunidad de sobrevivir, avanzar y crecer. Nos obligan a tomar consciencia de quienes somos y que queremos, nos obligan a tomar decisiones, nos hacen participes de nuestra propia vida, tomar las riendas y no vivir con el piloto automático puesto.
La negación emocional no es más que intentar resistirnos a lo que la vida nos ha puesto en el camino, pero ya es tarde, la vida ya nos lo ha puesto y si nos resistimos, persistirá hasta destruirnos. Es mejor no ofrecer resistencia, hay que aceptarlo, asumir el dolor o el error cometido.
Si nos resistimos a lo que no forma parte de nuestro control sólo nos quedará sufrimiento. Tendemos a intentar dar una respuesta que nos alivie, necesitamos entender todo lo que ocurre en nuestras vidas, nos gusta calificar las cosas que nos pasan como justas o injustas, dar una explicación convincente y hacernos creer que esa es nuestra realidad.
Cuando estamos sufriendo y escondemos los sentimientos que nos provoca ese sufrimiento, es como si mirásemos hacia otro lado, por miedo a afrontar lo que nos está pasando. De este modo las emociones quedan atascadas y el cuerpo tarde o temprano se encargará de alertarnos, hasta que decidamos sacar todo lo que se nos estanca, como la rabia, la tristeza, el enfado, la ira...emociones que nos desconectan de nosotros mismos y de la felicidad.
Cuando estamos ante una situación negativa o de sufrimiento, tenemos tres opciones:
*Cambiar lo que no me gusta, pedir lo que quiero, a pesar de que se nieguen a concedérmelo. Al menos comunicar de manera honesta lo que siento y pienso, y expresar mis sentimientos. A veces, aunque comunique lo que siento, no significa que las cosas vayan a cambiar, pero al menos habré expresado como me siento al respecto.
*Aceptar, estar en paz y sin culpa por lo que esta sucediendo, ni culpar a nadie, ni quejarme de nada. Esto no es resignarse o tolerar, es afrontarlo. Si no puedo cambiarlo tengo que vivir con ello y puedo vivir con ello enfadado o empezar a sentir que forma parte de mi vida. Aunque sea culpa de alguien o no me guste, si no lo puedo cambiar no tiene sentido despertar cada mañana con sufrimiento. Entiendo que es fácil decirlo, como dicen mis pacientes, pero muy difícil llevar a cabo como por ejemplo:
- Ante una enfermedad grave o terminal, parece inconcebible la aceptación, aún así no aceptarlo no significa que nos vayamos a curar, seguiremos estando enfermos y además tristes y enfadados. Aunque sea muy difícil, la actitud es la que marcará la vivencia de ese sufrimiento.
- Ante el duelo de un ser querido, ya sea una separación o la muerte. Hay un tiempo para cada emoción y después del correspondiente duelo hay que aceptar, seguir viviendo e intentar hacer que la vida tenga momentos felices, compensar los días tristes que suelen venir sin pedir permiso.
*Resiliencia. Nuestro mayor obstáculo somos nosotros mismos. Culturalmente estamos programados para ser VÍCTIMAS, para quejarnos y sufrir. No podemos elegir lo que nos sucede, pero si que podemos elegir como afrontar una situación y muchas veces no lo hacemos para no tomar responsabilidad en nuestra vida.
La vida no es matemática previsible y estable, nuestras vidas son cambiantes, nos suceden muchas cosas, buenas y malas. Las buenas ni las cuestionamos, las dejamos entrar y las disfrutamos, pero las malas no las queremos aceptar y no tenemos más remedio que hacerlo, y si no sabemos, podemos aprender.
El desarrollo personal y el aprendizaje se produce cuando estamos dispuestos a aceptar nuestros sentimientos y emociones tal y como aparecen, sin pasarlos por el filtro de la razón, pensamientos como ¿porqué a mi? o ¡no es justo!. La razón necesita ofrecer una explicación a lo que está sucediendo, haciendo que nos quedemos ahí, anclados desviando la atención únicamente hacia lo que experimentamos y no hacia otras posibles opciones.
El verdadero aprendizaje ocurre cuando estamos dispuestos a aceptar, sintiendo cada una de las emociones que brotan ante cada una de las circunstancias por las que pasamos. Es así como crecemos y nos trasformamos, comenzamos a aceptarnos a nosotros mismos y empezamos a estar listos para perdonar, perdonarnos y abrirnos hacia nuevas experiencias, buscando en nosotros mismos el mínimo atisbo de energía, en definitiva: dejarnos sentir vivos.
Todo aquello que negamos y no estamos dispuestos a aceptar nos someterá a la desvinculación con nosotros mismos y a la felicidad. A lo que te resistes, persiste.